Una vez conocido el resultado de la consulta sobre la lengua base que arroja unos resultados muy parecidos entre el valenciano y el castellano, la oposición no ha tardado en pedir la dimisión del conseller de Educación, José Antonio Rovira.
La oposición hubiera pedido igualmente la dimisión del conseller, independientemente del resultado de la consulta.
Se ha puesto en cuestión si la consulta era necesaria o no. Era evidente, que en las zonas valenciano parlantes ha ganado la lengua valenciana y en las castellano parlantes, el castellano. En el cómputo general, 50,53% para el valenciano y 49,47% para el castellano, con una participación cercana al 60%. Aunque yo no hablaría de la victoria de una lengua sobre otra. Lo que ha dejado claro esta consulta, al menos desde mi punto de vista, es que tanto una lengua como otra deben convivir, sin ser utilizadas como herramientas ideológicas que es lo que ha hecho el anterior Gobierno del Botànic, imponiendo un modelo lingüístico sectario de imposición de una lengua sobre la otra. En Cataluña, por poner un ejemplo, los padres que desean que sus hijos estudien en castellano no pueden hacerlo. Los comercios que deciden rotular en castellano son sancionados con multas. La asignatura de castellano solo representa el 25% en las aulas.
Ahora con la transferencia en materia de inmigración, el catalán será un requisito para obtener el permiso de residencia. Nada se dice de la otra lengua cooficial junto al catalán que es el castellano.
Por primera vez se da a las familias la oportunidad de votar para que puedan decidir con libertad en qué lengua quieren que estudien sus hijos. Los que han decidido que sea en valenciano lo harán en esa lengua, mientras que los que hayan optado por el castellano, recibirán sus clases en castellano.
Sorprende que la izquierda se escandalice por poner unas urnas y que las familias voten democráticamente, aquello que quieren para sus hijos en algo tan fundamental como es la educación.