El presidente de EEUU, Donald Trump ha consumado su amenaza y arrastra al mundo a una nueva recesión mundial de consecuencias imprevisibles. China ya ha anunciado que responderá al gigante americano imponiendo aranceles del 34% a los productos importados de EEUU. Canadá ha hecho lo propio. La UE aún no ha respondido.

Las medidas arancelarias anunciada por Trump han arrastrado a las bolsas de todo el continente con caídas significativas. En el caso del índice español, la caída ha sido cercana al 6%, el mayor retroceso desde la pandemia y con el sector financiero junto al energético, como los más castigados. Las acciones de La Caixa se han dejado un 14% en dos días.

Trump sigue empeñado en dirigir la principal economía del mundo y el país, como una de sus empresas. Sus decisiones afectan a millones de personas en todo el planeta. Estamos acostumbrados a un presidente de los EEUU que un día dice una cosa y al día siguiente, la contraria. Es su forma de presionar y de negociar. Ahora dice que está dispuesto a replantearse los aranceles, si le ofrecen algo “fenomenal”. Este señor que dice estas cosas sacó más de 80 millones de votos en las últimas elecciones presidenciales.

La política arancelaria con la que Trump pretende defender y proteger su industria va a tener consecuencias muy negativas en el comercio mundial. También para los consumidores americanos. Todos los sectores se van a ver perjudicados, fundamentalmente: el energético, el industrial y el agrícola. Respecto a este último, el vino y el aceite van a ser los más dañados por los aranceles. Castigarlos con un arancel del 20% es sacarlos directamente del mercado porque no se puede repercutir en el precio de los productos y el consumidor no va a pagar ese incremento en el precio.

En el caso de España, las exportaciones a EEUU representan el principal mercado de muchas empresas. España exportó en 2024 a EEUU, 18.179 millones de euros. Las miles de empresas que exportan a EEUU tendrían que pagar un sobrecoste de 3.600 millones de euros por entrar en el mercado americano. Perder un mercado como es el americano con más de 340 millones de habitantes es algo que no se pueden permitir las empresas exportadoras que son la mayoría del tejido industrial.

La alternativa de Mercosur (Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay) como sugiere el ministro de Agricultura, Luis Planas, no es la solución. El acuerdo firmado con Bruselas ha sido muy polémico y no exento de crítica por parte de las asociaciones agrarias, que lo ven más como una amenaza real que como una solución, ya que desde estos países se va a poder importar a la UE productos que no cumplen con los estándares de calidad y seguridad alimenticia que sí se exige a los productores europeos. Por tanto, es entrar de nuevo en una competencia desleal.

Los agricultores y ganaderos exigen unas reglas iguales para todos, algo que sigue incumpliéndose por parte de terceros países que entran sus productos por los puertos españoles, sin ningún tipo de control sanitario y eso ha permitido la aparición de nuevas plagas en nuestros cultivos, como la avispilla o la xylella fastidiosa en el almendro o el cotonet en los cítricos, sobre los que no existe un tratamiento eficaz.

La UE tiene que negociar con EEUU la supresión de estos aranceles que no benefician a nadie, tampoco a la industria americana. En un mercado cada vez más globalizado, cerrar fronteras y aplicar políticas proteccionistas va en contra de la libertad de mercado. En una sociedad capitalista, el libre mercado ha traído al mundo prosperidad y muchísimas oportunidades.