Todas las Administraciones de un color y de otro, de izquierdas y de derechas, no han movido un dedo para ayudar al mundo rural y al campo en general. Ni siquiera cuando ha habido iniciativas privadas para su desarrollo. Todo son trabas administrativas a la hora de conceder licencias y permisos (de obra, de rehabilitación, etc.). Los proyectos pueden quedar olvidados en un cajón durante años, cuando no rechazados.

Las trabas burocráticas que uno se encuentra cuando decide iniciar un proyecto, te hacen desistir de emprenderlo y al final son puestos de trabajo que se pierden.

Casa en ruinas en el término de la Font de la Figuera (Foto: PS)

No hay ningún tipo de facilidad por parte de la Administración para agilizar los trámites sino todo lo contrario. Lo que debería ser un trámite de días o si me apuran de meses, se convierte en una verdadera carrera de obstáculos.

Se habla mucho de la “España vaciada” o vacía y muy poco de sus soluciones. Una realidad a la que se enfrenta el mundo rural. Me consta que ahora mismo hay iniciativas que se encuentran paralizadas por falta de licencia municipal para dar viabilidad a proyectos de turismo rural o enoturismo a masías que han sido rehabilitadas. Masías que de otra forma hubieran sido pasto de las ruinas y que gracias a proyectos emprendedores han sido rehabilitadas con la idea de dar vida al valle, reconectar a las personas con la tierra o fomentar el arraigo en el interior de las comarcas de la Comunidad Valenciana, más allá de la rentabilidad económica que se espera de cualquier iniciativa empresarial para que sea sostenible.

Dar valor al territorio, al patrimonio arquitectónico y cultural para que sea disfrutado, conocido y no se pierda es la filosofía que está detrás de algunos de estos proyectos empresariales.

Los poderes públicos deben ser conscientes de la realidad del mundo rural. O se le ayuda o tiene los días contados. La amenaza de que algunos pueblos desaparezcan es real, no es ninguna broma.

El fenómeno de la despoblación que sufre nuestro entorno rural desde hace décadas tiene consecuencias, sociales, culturales, económicas y medioambientales, muchas veces irreversibles. Una de las consecuencias que sufre la España vaciada es la pérdida de prácticas agrícolas y ganaderas, cuya consecuencia más directa es que cada vez se produzcan más incendios por el abandono de los cultivos y del pastoreo que actuaba como un eficaz cortafuegos.

En lugar de apoyar este tipo de turismo, respetuoso con el medio ambiente y sostenible surgen megaproyectos industriales, como son las macrogranjas o las plantas fotovoltaicas, financiadas por grandes fondos de inversión que en cuestión de unos años sustituirán a los campos de vides, olivos y almendros que hoy forman parte de nuestro paisaje más emblemático.

El mundo rural se encuentra en una gran encrucijada. Su supervivencia y la de sus gentes van a depender en gran medida del apoyo institucional mediante políticas públicas que incentiven el retorno al campo, pero también de iniciativas valientes que busquen preservar el territorio con todo lo que ello supone.