Gabriel Rufián que estuvo este lunes como invitado en el programa de Broncano “La revuelta”, pidió prisión para Mazón. Y además hizo un ruego: que nunca lo llevara a su programa.
No pidió la dimisión de Carlos Mazón, sino prisión para él, arrogándose también el papel de legislador.
No seré yo quien defienda a Carlos Mazón por su gestión de la DANA, debió presentar su dimisión al día siguiente. Pero las responsabilidades penales, si las hubiera, corresponde dirimirlas a los tribunales de justicia y no al político de turno. Una tragedia que dejó 229 muertos y que, una vez más, ha sido utilizada como arma política por parte de la izquierda.
Rufián, considerado por muchos como uno de los mejores parlamentarios, volvió a mostrar el ínfimo nivel al que ha caído la política española y la mediocridad de buena parte de su clase dirigente. Su discurso es siempre el mismo: atacar a la derecha, mientras pasa de puntillas por los errores y contradicciones de la izquierda, especialmente cuando se trata de sus propios aliados en el Gobierno. Ya no habla de una Cataluña independiente ni de referéndum de autodeterminación. Ahora promueve la idea de aglutinar en un mismo frente a todas las fuerzas independentistas de izquierda -EH Bildu, BNG y Compromís-, un proyectoque no ha gustado dentro de ERC y que evidencia el desconcierto estratégico del partido republicano.
Confieso que no veo este programa, me pone enfermo su tono de voz y su chabacanería, ni tampoco ninguno de la tele pública. En general, no veo la televisión ninguna cadena, salvo La Noche 24 Horas que mantiene una cierta pluralidad con los tertulianos de diferentes medios que participan en el programa que presenta Xavier Fortes.
Entre la crispación política y la banalización mediática, cuesta encontrar espacios donde prime la sensatez.
Existe una lucha constante en las cadenas de televisión por conseguir la máxima audiencia. En este caso, es El Hormiguero, de Pablo Motos, y La Revuelta, el programa de Broncano, regado con dinero público. Nos avasallan con estadísticas de audiencia para ver cuál de los dos programas va en cabeza.
Aún no sabemos el sueldo de su presentador y de sus colaboradores (Ricardo Castella y Grison), pero sí sabemos el coste para las arcas públicas que ha tenido esta apuesta personal de Pedro Sánchez para competir con las cadenas privadas: 28 millones de euros por dos temporadas. No está nada mal. Mientras tanto, los enfermos de ELA siguen esperando las ayudas que el Gobierno se comprometió a darles para mejorar su esperanza de vida.