El presidente de la Generalitat, Carlos Mazón fue el primer líder del PP en pactar con Vox, hasta que los de Abascal decidieron abandonar los gobiernos autonómicos debido a la polémica sobre el reparto en los centros de menores.

Los recientes acuerdos suscritos con la ultraderecha en materia de inmigración y lengua, acercan al PP al ideario político de Vox, evidenciando una pérdida de centralidad.

Vox parece más cómodo en la oposición que gobernando, sin asumir responsabilidades de gestión que inevitablemente generan críticas y desgaste. Su salida de los gobiernos autonómicos podría interpretarse como una estrategia consciente para minimizar desgaste y mantener fuerza electoral de cara a futuras elecciones. Según las encuestas, esta estrategia le está funcionando.

La fuga de votos del PP hacia Vox ha llevado los populares a adoptar  un discurso cada vez más radicalizado en algunas cuestiones, próximo a las propuestas de la ultraderecha, en lugar de mantener un discurso propio de centro- derecha.

Mazón, que ha confirmado que asistirá al funeral de Estado por las víctimas de la dana, sigue sin asumir sus responsabilidades políticas por su negligente gestión el día de la tragedia, que acabó con la vida de 229 personas. Hoy, un año después de aquel fatídico 29-O, se ha encontrado el cadáver de una de las personas que aún permanecía desparecida.

Mazón ha conseguido aprobar los presupuestos de la Generalitat de la mano de Vox, lo que le proporciona cierto respiro político hasta el final de la legislatura, aunque sea costa de perder y recortar derechos sociales.

Vox le ha ganado la batalla política al PP, al menos en términos estratégicos y electorales. El PP ha cedido parte de su independencia política para mantenerse en el poder.

En este contexto político en el que nos encontramos de gran polarización, donde los extremos, tanto a la izquierda como a la derecha están creciendo y aumentando su base electoral, ni PP ni PSOE son capaces de ponerse de acuerdo para frenar la influencia de los extremos en las instituciones y proteger los consensos democráticos básicos.

Ni Pedro Sánchez ni Alberto Núñez Feijóo parecen plantearse algo que en otros países, como Alemania, ha funcionado: un gobierno de coalición entre la derecha y la izquierda para hacer frente a los extremos que recorren Europa.

Sánchez prefiere rodearse de socios como EH Bildu, ERC, BNG o Podemos, cuya estabilidad institucional les importa bien poco mientras que Feijóo en Vox, un partido que ha convertido las sesiones en el Congreso de los Diputados en la antítesis de lo que debe ser la política entendida como servicio público.