Desde el Gobierno se ha cuestionado la presencia del presidente de la Generalitat, Carlos Mazón en el funeral de Estado previsto para este próximo 30 de octubre en el museo de las Artes y las Ciencias. Dirigentes socialistas, como la ministra de Ciencia y secretaria del PSOE-PSPV, Diana Morant, han calificado su asistencia como una “provocación”.

No se cuestiona, sin embargo,la presencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez,  que no ha vuelto a pisar Valencia desde su accidentada visita a Paiporta donde salió corriendo a toda prisa, pero sí la del jefe del Consell.

Desde un punto de vista institucional, tanto Mazón como Sánchez, al igual que el jefe del Estado, Felipe V, deben acudir al funeral de Estado porque se trata precisamente de un acto de Estado. El presidente del Gobierno asiste en nombre del conjunto del Estado español, mientras que el presidente de la Generalitat lo hace en representación de la Comunidad Autónoma anfitriona y de sus ciudadanos. En ese contexto, su asistencia no es una elección personal ni un gesto político, sino una obligación protocolaria derivada de sus cargos. No pueden ausentarse.

Cuestionar la presencia de uno u otro rompe con la neutralidad y solemnidad que deben presidir este tipo de actos. Las diferencias ideológicas o los conflictos entre administraciones deben quedar al margen del ámbito ceremonial e institucional, donde lo que se expresa es la unidad simbólica del Estado y sus territorios ante un hecho de trascendencia nacional.

Entiendo perfectamente que muchos familiares puedan sentirse incómodos o molestos por la presencia de algunos dirigentes políticos que, aquel fatídico día, no estuvieron donde tenían que estar. Ese malestar es legítimo y comprensible. Pero precisamente por eso, las instituciones deben actuar con respeto, contención y coherencia. El funeral de Estado no es un escenario para ajustar cuentas, sino un espacio de reparación moral y de reconocimiento colectivo.

El funeral de Estado llega tarde. Debería haberse rendido homenaje a todas las víctimas mucho antes, y no al cumplirse un año de la tragedia. Sí hubo una ceremonia religiosa en la Catedral de Valencia, a la que no asistió el presidente Pedro Sánchez.

Cuestión a parte son las derivadas políticas y judiciales, que en este caso, deberían quedar  relegadas a un segundo plano, porque  ese día de lo que se trata es de honrar a las 229 víctimas y a sus familiares y no convertir este acto en una nueva disputa política.

La izquierda sigue caldeando el ambiente para convertir el funeral de Estado en una nueva oportunidad de confrontación política.

Lo primero son las víctimas, que merecen todo nuestro respeto, consideración y reconocimiento.