La propuesta de Vox de llevar la caza a las escuelas, apoyada por el PP y duramente criticada por la izquierda (PSOE-PSPV y Compromís) ha generado un intenso debate político. Una asignatura que ya se imparte en Andalucía o Extremadura. Los socialistas consideran que esta medida es una nueva claudicación de los populares a las exigencias de Vox. Los nacionalistas valencianos, claramente prohibicionistas en asuntos cinegéticos, ya han dicho que harán todo lo que esté en sus manos para que la medida, que tildan de “disparata” no se aplique en las aulas. Nada nuevo en el discurso de Compromís.
Las cosas se han sacado intencionadamente de contexto, como ha hecho una diputada de Compromís afirmando que la iniciativa que propone Vox es que haya niños con armas como en Estados Unidos. En la propuesta no se habla de armas sino de facilitar información y conocimiento a los más jóvenes para que conozcan el mundo de la caza y facilitar así el relevo generacional.
No es meter armas en las aulas ni fomentar la cultura de la violencia, como torticeramente se ha dicho desde la formación catalanista. Es informar a los más jóvenes sobre el sentido de la caza mediante talleres, campamentos y charlas formativas. Es una actividad extraescolar más como existen otras dentro del curso escolar, que no obliga a nadie a asistir a esas clases si no quiere hacerlo.
La oposición ha exagerado el alcance de la medida, presentándola como un plan para armar a los niños, cuando en realidad se trata de educación ambiental y cinegética muy necesaria por la desinformación que existe en torno al mundo rural, donde la caza juega un papel preponderante.
La medida de enseñar a los más jóvenes lo que es la caza, estigmatizada por una parte de la izquierda, basta con leer los nauseabundos comentarios que inundan las redes sociales cuando se produce la muerte de un cazador, no obliga a los niños a portar armas, pero sí a conocer la fauna salvaje, sus hábitats, comportamientos y todo lo relacionado con la naturaleza y el campo. Una asignatura o una materia que aporta conocimiento y que puede ayudar a cambiar la idea que se tiene del cazador, casi de asesino o terrorista del medio ambiente.
La propuesta, si se implementa correctamente, podría fomentar el respeto por la naturaleza y el conocimiento de la fauna, alejando la imagen estigmatizada de los cazadores. Una imagen que no se corresponde con la realidad, pese a las continúas campañas de hostigamiento que sufrimos los cazadores por el mero hecho de serlo.
Vox ha querido desde el primer momento presentarse como adalid del mundo rural, y especialmente del sector cinegético. Pero la caza ha sido siempre defendida por populares y socialistas, entre otras cosas porque aporta mucha riqueza a comunidades como Castilla La Mancha, Extremadura o Andalucía, que durante años tuvieron gobiernos socialistas y nunca ha peligrado su existencia. Todo lo contrario. El presidente castellano manchego, Emiliano García-Page aunque no es cazador, sí es un firme defensor del colectivo de cazadores. Solo en Castilla La Mancha, la actividad cinegética genera 963 millones de euros al año, crea cerca de 22.000 empleos directos e indirectos y representa el 2,1% del PIB.
La medida puede servir como herramienta de conocimiento ambiental, mostrando a los cazadores como parte de la conservación de la fauna y no como agresores del medio ambiente.
Llevar la caza a las aulas no es una idea nueva en la que España sea pionera. En países como Suecia y Alemania se estudia la caza en las aulas, integrándola en el currículo educativo. Suecia la incluye como una asignatura en institutos, mientras que en Alemania es parte de una formación intensiva y rigurosa que abarca teoría sobre conservación, sostenibilidad, leyes y manejo de armas, además de entrenamiento práctico.
Igual que se adoctrina a los niños desde muy pequeños en las escuelas en contra de la caza, no estaría de más escuchar otras voces que defienden la actividad cinegética, que ayuden a formar una opinión más crítica y completa, sin situar al cazador en el centro de todas las críticas. Cuando la información sobre la caza se presenta solo desde una perspectiva negativa, se corre el riesgo de simplificar un tema complejo y de “demonizar” a quienes participan en ella, sin considerar los contextos ecológicos, culturales y sociales en los que ocurre.