La agricultura ecológica tiene entre sus objetivos fundamentales avanzar en la obtención de alimentos de máxima calidad respetando el medioambiente y conservando la fertilidad de la tierra mediante la utilización óptima de los recursos y sin el empleo de productos químicos de síntesis. Heredera de la tradición de la agricultura orgánica aunque enfocada a un mercado global, gran parte de sus características se basa en la realización de buenas prácticas agrícolas que han aplicado y aplican los agricultores tradicionales, producto de su interacción con el medioambiente y los limitados recursos para producir sin perjudicar al mismo.

Para ello han empleado como principal herramienta de trabajo sus conocimientos sobre el funcionamiento de la naturaleza, obtenidos de generación en generación en su interacción con el medio natural. En los últimos años se observa una tendencia al alza de la producción y del consumo de alimentos ecológicos, tanto en España como a escala global. Según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, en nuestro país la producción ecológica presenta un perfil de crecimiento sostenido, que nos ha posicionado entre los cinco mayores productores del mundo y el primero de la Unión Europea por superficie, con algo más de dos millones de hectáreas acogidas a este método en 2016 (el 17 % del total de la UE), más del doble que hace una década, y más de 36.200 operadores certificados. A pesar de ello, nuestro mercado interior todavía no se ha desarrollado conforme a su enorme potencial productivo, alcanzando aproximadamente 1.000 millones de euros de facturación y suponiendo alrededor del 1 % del gasto alimentario total. De hecho, aproximadamente el 80 % de nuestros productos ecológicos se exportan a otros países de la UE, principalmente Alemania y Reino Unido. Actualmente, hablar de agricultura ecológica es hablar de bioeconomía, por las características comunes que presentan: la bioeconomía propone un nuevo modelo productivo basado en la innovación y en la optimización del uso de fuentes de energía y materias primas, priorizando el empleo de aquellas de carácter renovable. Su objetivo es garantizar, mediante el uso responsable del material biológico renovable del planeta, la seguridad alimentaria de la población, la biodiversidad y la protección del medioambiente, para seguir avanzando así en la generación de valor económico y bienestar social.

Entre las diferentes líneas de trabajo a desarrollar en los próximos años destaca la biotecnología, como mecanismo para el desarrollo de nuevas variedades vegetales mejor adaptadas a los cambios bióticos y más tolerantes a plagas y enfermedades; el desarrollo de bioplaguicidas naturales a partir de extractos de plantas, algunos productos de fermentación, microorganismos o cianobacterias; el control biológico de esas mismas plagas y enfermedades, que permita mejorar el equilibrio ecológico de los sistemas agrarios obteniendo alimentos cada vez más sanos y saludables; el aprovechamiento de todos los residuos y subproductos generados en la agricultura y la industria alimentaria, que son una fuente interesante de energía; y el aprovechamiento intensivo de componentes bioactivos y de materiales reutilizables para la sustitución de insumos, como pueda ser la sustitución de determinados materiales de embalaje de productos perecederos o la sustitución de los empleados como tutores para las plantas por otros biodegradables.

Actualmente, el desarrollo de estas líneas estratégicas es uno de los objetivos estratégicos del programa de innovación y transferencia de los centros experimentales de Cajamar, en los que comenzamos a trabajar a finales de los años 90 del siglo pasado en el empleo de diferentes enmiendas orgánicas, la incorporación en fresco de los restos vegetales de la cosecha anterior y el análisis del uso y comportamiento de diferentes materiales biodegradables en el manejo de los cultivos. En el siglo XXI, las nuevas herramientas de la agricultura de precisión y las técnicas de la agricultura ecológica, la gestión integrada de plagas y la bioeconomía, nos permitirán hacer un uso más eficiente de recursos escasos al tiempo que incrementamos los rendimientos de una forma respetuosa con el medioambiente, garantizando así la viabilidad económica, social y ambiental de nuestra oferta agroalimentaria.