El Consejo General de Psicología define el estrés como «como el proceso que se pone en marcha cuando una persona percibe una situación o acontecimiento como amenazante o desbordante de sus recursos. A menudo los hechos que lo ponen en marcha son los que están relacionados con cambios, exigen del individuo un sobreesfuerzo y por tanto ponen en peligro su bienestar personal».

Y aunque no siempre es malo tener algo de estrés, porque nos permite afrontar determinadas situaciones y superarlas, su exceso y su cronificación influye en nuestra salud de forma significativa.

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No sólo aumenta la frecuencia cardiaca, la presión sanguínea o la actividad respiratoria, sino que además puede activar o inhibir determinados mecanismos fisiológicos y bioquímicos, según explican los psicólogos.

Pero hay más. Según un estudio, dirigido por Juan Nácher, investigador del Grupo de Investigación en Psiquiatría y Enfermedades Neurodegenerativas de INCLIVA y del CIBER de Salud Mental (CIBERSAM) y catedrático de Biología Celular de la Universitat de València, demuestra que el estrés durante las primeras etapas de nuestra vida puede modificar el cerebro, particularmente en las mujeres.

Y es que, según los resultados obtenidos, el impacto de las experiencias adversas y estresantes es especialmente importante durante los primeros años de vida porque ciertas regiones de nuestro cerebro, sobre todo la corteza prefrontal, aún se están desarrollando.

En consecuencia, las experiencias estresantes a las que se enfrentan niños y adolescentes pueden causar a largo plazo alteraciones en las conexiones de las neuronas y su funcionamiento, y en los comportamientos asociados.

Como explican los investigadores, análisis anteriores ya indicaban que las personas expuestas a experiencias estresantes durante la adolescencia tenían un mayor riesgo de desarrollar una amplia gama de psicopatologías.

Así que para profundizar en la afectación que tiene el estrés a largo plazo entre los más pequeños, los investigadores sometieron a experiencias estresantes a ratones macho y hembra durante las últimas fases de la infancia y la adolescencia.

Tras el análisis, también se ha concluido que los cambios en el cerebro a causa del estrés son más probables entre las mujeres.

Aunque se sabe que el sexo influye en la respuesta al estrés y las mujeres tienen más probabilidades de desarrollar trastornos psiquiátricos relacionados, el conocimiento sobre los efectos del estrés en las mujeres es aún limitado.

Así, al analizar los efectos a largo plazo del estrés en la vida temprana, los resultados mostraron que tiene un efecto muy importante sobre los circuitos neuronales de la corteza prefrontal, especialmente en las hembras.

Las alteraciones se detectaron particularmente en neuronas inhibidoras, un tipo de neuronas especializadas en el control y sincronización de las redes neuronales de nuestro cerebro. Además, se observaron cambios en la expresión de algunas moléculas que regulan la plasticidad de estas neuronas inhibidoras.

Los resultados del estudio han sido publicados en la prestigiosa revista Neurobiology of Stress, en un artículo con el título ‘Long term effects of peripubertal stress on excitatory and inhibitory circuits in the prefrontal cortex of male and female mice’.