Cada vez que nos encontramos con un amigo nos entra la duda. ¿Qué hacemos? ¿Cómo nos saludamos? ¿Cuándo podremos estrecharnos la mano?

Con esta pandemia hemos pasado de los dos besos y del abrazo fuerte y sonoro con palmadas en la espalda, a mirarnos indecisos y, en el mejor de los casos, a rozar tímidamente los puños.

Un gesto inexistente hasta hace un par de años pero que hoy sería algo así como el saludo más afectuoso o el contacto más cercano entre personas no convivientes.

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Miedo a infectarnos si nos estrecharnos la mano

El temor al contagio por contacto no es un problema solo interpersonal. Y no hay más que salir a la calle para verlo.

• La sala de espera de los médicos sigue sin tener revistas.

• Las mesas de los bares se desinfectan (de aquella manera, las más de las veces) entre un comensal y el siguiente.

• Seguimos viendo personas que dan al botón del ascensor con los nudillos o abren el metro con el codo…

Y hay aparatitos de alcohogel hasta en la entrada de las iglesias, las oficinas, las tiendas… donde prácticamente todos dejamos caer el chorrito y nos lavamos las manos.

Así que está bien claro que el miedo a las infecciones por contacto (frotis) sigue existiendo.

No es solo un sentimiento de algunas personas más o menos escrupulosas o mayoritariamente miedosas.

El miedo a ese contagio por contacto es una actitud que tenemos desde el principio, que ha sido prescrita desde arriba y de la que nadie ha dicho nunca nada en contrario.

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¿Qué dice la ciencia del contagio por contacto?

Aparentemente podríamos decir que a estas alturas las cosas siguen sin estar demasiado claras.

Científicamente sólo hubo una explicación muy vaga para tomar estas decisiones. Y no ha habido novedades desde aquellos primeros tiempos de la pandemia

En un principio los científicos, como por ejemplo el Instituto Robert Koch alemán, dijeron:

«No se puede descartar la transmisión a través de superficies contaminadas, especialmente en las inmediaciones de una persona contagiada».

Pero la frase no afirma. Se limita a evitar negar.

Y a estas alturas de la pandemia parece una fórmula muy poco categórica como para que tanto tiempo después sigamos manteniendo medidas amparadas en un «no se puede descartar».

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¿Nunca se ha probado una transmisión desde una superficie?

El mismo Instituto Robert Koch, al referirse a la capacidad del virus para sobrevivir en las superficies, dice:

«Aún no se ha probado una transmisión de SARS-CoV-2 a través de superficies contaminadas, fuera del sector de la salud».

Esto supone que todo lo que los investigadores realmente saben es que el virus puede sobrevivir en las superficies durante un cierto período de tiempo.

Pero la realidad hasta ahora es que no se conoce un solo caso de la vida cotidiana en el que alguien haya contraído la COVID porque ha tocado algo.

Es más, el Instituto Federal de Evaluación de Riesgos, de Alemania, dice:

«Según el estado actual del conocimiento científico, no hay evidencia de la posibilidad de infección humana a través del contacto con productos, bienes de consumo o alimentos durante el brote actual».

Y cuando dice que no hay evidencia se refiere a que no se ha probado ni una sola vez en todo el mundo.

Luego ¿Por qué no podemos darnos la mano?

El experimento de Hendrij Streek

Para corroborar aún más esta realidad, la prensa alemana ha contado alguna vez una anécdota más trascendente de lo que parece.

Se trata de una historia con uno de los más importantes virólogos alemanes, Hendrik Streeck.

Este científico de Bonn estaba hace poco de vacaciones, y cuando entró en el restaurante del hotel le hicieron extender las manos y le echaron, en cada una, 2 «rociadas» de alcohogel.

El virólogo le dijo:

A lo que éste le respondió que era lo mandado, y él se limitaba a hacer lo que tenía que hacer.

Todavía hoy el científico explica que esa manera de hacer las cosas se convierte en un arma de doble filo, ya que:

Ni un caso encontrado

La poca certeza científica de esta cuestión se conoce desde los primeros meses de la pandemia.

Entonces, el equipo de investigadores del propio Streeck realizó un estudio en Heinsberg, donde hubo un brote masivo después de una fiesta de carnaval.

La gente de Streeck fue a las casas de los infectados y tomó muestras por todas partes:

Y el resultado fue tajante:

«Pudimos detectar el ARN, es decir, los restos del virus, pero nunca pudimos hacer crecer un virus vivo a partir de esos frotis».

¿Podemos empezar a estrecharnos la mano, como siempre?

Los científicos consultados coinciden unánimemente en que ha llegado la hora de recuperar el apretón de manos como fórmula habitual de saludo.

Pero también quieren aclarar que lo que vale para esa forma de saludo no vale para todas ni para cada norma de comportamiento.

Todos sabemos cómo se contagian las enfermedades infecciosas y que no es necesario un contacto súper estrecho para pasarla de uno a otro.

Pero es un contagio por aerosoles.

Y por eso no recomiendan volver a la fórmula del típico par de besos, o a los abrazos, en los que estaríamos más cerca de inspirar lo que el otro exhala.

Pero darse la mano, sobre todo si seguimos empeñados en tenerlas limpias, las lavamos con frecuencia y no nos chupamos los dedos… es una fórmula que debería estar a punto de volver a formar parte de nuestras vidas.

¿Cuándo no podemos darnos la mano?

Preguntado un científico por las situaciones en las que corremos riesgo real  si estrechamos la mano de un amigo, y ante nuestra insistencia de que nos explicase un caso en el que lo desaconsejaría, respondió con una mezcla de humor y reallismo:

«No podemos darnos la mano si nuestro amigo acaba de estornudar sobre ella, nosotros la estrechamos y a continuación la chupamos. En ese caso, sí corremos riesgo de contagio».

Pero en las condiciones normales de cada día, como no hay contagio por contacto, ya es hora de volver a estrechar la mano de las amistades.

El par de besos tendrá que esperar un poco más.