Canales navegables en València. No es una promesa electoral a escasas horas del cierre de campaña, se trata de una realidad que la ciudad deberá afrontar en las próximas décadas. Y tendrá que hacerlo con mayor celeridad que calma, pues es uno de los efectos a medio plazo del imparable cambio climático. En 2100, parte de la ciudad estará sumergida bajo las aguas del Mediterráneo.

El ritmo actual de la subida del nivel del mar inundará las zonas más bajas y costeras de la ciudad, pero también su gran parque natural, l'Albufera. Los cálculos de las organizaciones ecologistas no dan tregua: el paulatino crecimiento de las aguas arrasará las partes de la ciudad que ahora limitan con el mar. Según el informe 'Así nos afecta el cambio climático' publicado por Greenpeace en noviembre de 2018, el nivel del mar sufrirá una gran crecida en las próximas ocho décadas.

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En la actualidad, y respecto a las mediciones de 1901, el mar ha crecido 19 centímetros debido a la expansión del agua como resultado de la absorción del calor y el derretimiento del hielo terreste. Desde Greenpeace calculan que el nivel del mar aumentará hasta una subida total de 58 centímetros en 2100. Pero ha visiones más temibles que auguran un ascenso de hasta seis metros. Una crecida de este calibre cambiaría por completo el trazado urbano del 'cap i casal'.

Mientras que un 6 % de la población española vive en localidades ubicadas por debajo de los 6 metros sobre el nivel del mar, València es una de las ciudades cuya altura está por debajo de los 20 metros. El 23 % de los españoles vive en este nivel y es vulnerable a los efectos a medio plazo del calentamiento global.

Pese a la mayor concienciación, el récord de emisiones de CO(2) se registró en 2017, pero solo un año más tarde, en 2018, se rompió la cifra límite. Según las previsiones, en 2019 el mundo logrará una nueva marca histórica de emisiones contaminantes.

Los retos de la ciudad

La situación geográfica convierte a València, situada a 16 metros sobre el mar, en uno de los puntos sensibles de la zona peninsular ante los efectos del calentamiento global. La poca altura de la urbe la convierte en una ciudad de fácil inundación, por lo que en un futuro deberían plantearse medidas de contención del mar. En Europa ya existen zonas con elementos que luchan contra la naturaleza, como las compuertas kilométricas empleadas en los Países Bajos que resisten los envites del mar del Norte.