Informe científico
"Cinco cambios profundos para salvar el planeta": la ONU identifica las acciones urgentes para abordar la crisis climática
Un análisis de la Universidad de Naciones Unidas aboga por fomentar la economía circular y "reconectar" la humanidad con la naturaleza

Una mujer recorre un camino lleno de hojas de castaños, en una imagen de archivo. / EFE
Valentina Raffio
La solución frente a la crisis climática no pasa por un puñado de acciones aisladas y bienintencionadas sino, tal y como advierte la comunidad científica, por una serie de "cambios profundos" que vayan a la raíz del problema. ¿Pero por dónde empezar? ¿Cuáles son las acciones más urgentes y trascendentes? ¿Y hay alguien que realmente esté consiguiendo estas transformaciones tan necesarias para salvar el planeta? Un nuevo estudio de la Universidad de Naciones Unidas (UNU-EHS) ha identificado los cinco primeros cambios estructurales que deberíamos aplicar para salvaguardar la salud del planeta y de todos sus habitantes, incluidos nosotros. “Es hora de pensar diferente y, en definitiva, de empezar una nueva página”, afirma Zita Sebesvari, una de las autoras de este trabajo.
El informe, presentado este miércoles, afirma que en estos momentos la gran mayoría de la sociedad se encuentra en el llamado “delta de la perdición” (“delta of doom”) en el cual por un lado vemos la gravedad de la crisis climática y por el otro conocemos las soluciones para hacer frente a ello pero que, aún así, o nos quedamos paralizados o avanzamos hacia el sentido contrario. En muchos casos, por conflictos de intereses, el miedo o la inercia sistémica. Según afirman los expertos, la clave para superar este bloqueo es “reconocer los cambios positivos que pueden producirse y que, de hecho, ya se producen”. “No deberíamos limitarnos a impulsar medidas que nos permitan en prevenir lo peor, sino en cosas que nos ayuden a crear un mundo mejor”, afirman los autores de este trabajo.
Estas son las cinco áreas de acción prioritarias para salvar el planeta, según señala este informe de la Universidad de Naciones Unidas.
Uno de los cambios más urgentes para lograr un mundo más sostenible es abandonar el modelo de “usar y tirar”, que cada año genera más de 2.000 millones de toneladas de residuos al año, y avanzar hacia un sistema más circular basado, por ejemplo, en reducir, reutilizar, reciclar y reparar. Especialmente en el caso de materiales y productos finitos como en el caso del litio, un material esencial para elaborar las baterías de los teléfonos móviles y que, pese a su escasez en el medio natural, rara vez se recicla y reutiliza.
El informe destaca casos de éxito en los que ya se está transformando la relación con los residuos. En la localidad japonesa de Kamitatsu ya se están aplicando “estrategias circulares” como el compostaje, el upcycling, los intercambios de ropa y la separación de residuos. Gracias a estas técnicas se estima que en esta pequeña localidad asiática las tasas de reciclaje son hasta cuatro veces superiores a la media de Japón.
El siguiente cambio sistémico necesario para salvar el planeta es “abandonar la idea de que la humanidad es un ente aislado y superior a la naturaleza” y “reconectar con los recursos naturales” como el aire limpio, el agua, los alimentos y los materiales. “Los humanos han intentado controlar los procesos naturales en lugar de coexistir con ellos, lo que nos ha llevado a siglos de deforestación, la extinción de miles de especies y el colapso de ecosistemas”, afirma el informe, en el que se destacan “malas prácticas” como la alteración de ciertos ríos.
¿Pero qué pasaría si volviéramos a poner a la naturaleza en el centro? Para ilustrar este fenómeno, los expertos destacan el caso del río Kissimmee de Florida, en Estados Unidos, que tras un proceso de restauración ha logrado recuperar cientos de especies desaparecidas y, además, se ha convertido en una especie de cortafuegos ante el impacto de inundaciones extremas.
Uno de los grandes escollos de la lucha climática global, según señala este informe, es que vivimos en sociedades extremadamente individualistas y que solo piensan en lo que ocurre en sus propias fronteras. Esta actitud choca radicalmente con la necesidad de impulsar medidas globales y coordinadas para, por ejemplo, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero o restaurar la capa de ozono. El informe también destaca como "mala práctica" el hecho de que, hasta ahora, los países ricos están esquivando realizar recortes drásticos de emisiones y, en cambio, están comprando créditos de carbono que implican trasladar los focos de polución al sur global. "Urge dejar atrás estas actitudes individualistas y pasar a una idea de responsabilidad colectiva global", afirma el trabajo.
"Las acciones que tomemos ahora no solo condicionarán el mundo en el que vivimos actualmente sino que también tendrán un impacto en la vida de las trillones de personas que están por nacer", destacan los expertos mientras piden "abandonar el pensamiento a corto plazo" y crear políticas en las que también se tengan en cuenta los intereses de las generaciones venideras.
El ejemplo más claro es el caso de los residuos nucleares, unos desechos potencialmente peligrosos con una vida útil de más de 100.000 años y que, hasta ahora, la humanidad no ha encontrado forma de eliminar de forma segura por lo que se está optando por sistemas de almacenamiento temporal. El informe reclama abordar estos retos con una visión de futuro y no solo con la mirada puesta en el aquí y ahora.
La quinta transformación estructural que reclama el informe consiste en cambiar la forma de medir la prosperidad global y, por ejemplo, ir más allá de los indicadores económicos como el PIB. "Más riqueza global no siempre equivale a más bienestar social o medioambiental. Sobre todo si tenemos en cuenta que los beneficios no se reparten equitativamente y que la salud planetaria está empeorando", destacan los autores de este trabajo. Un ejemplo de este “desequilibrio” es el caso de los bosques, unos ecosistemas esenciales para la vida y que, aún así, en muchos casos se valoran más cuando han sido deforestados. Los expertos citan como ejemplo a seguir modelos alternativos como, por ejemplo, el Índice de felicidad nacional de Bután en el que se prioriza el bienestar social y el equilibrio ecológico como medidas de progreso social.
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