Al Rastro han llegado los recortes como en cualquier otro sitio donde se está metiendo la tijera para arañar unos cuantos euros con el fin de tapar un agujero únicamente comparable a la penumbra de las conciencias de quienes se den por aludidos. En nuestro caso específico, me refiero a la insignificancia de suspender el servicio de urinarios públicos que, desde una fecha relativamente reciente (2004) se instalaban en el Rastro para uso de vendedores y público. Vendedores que en total sumamos más de 500, permaneciendo en el recinto más de 8 horas junto con varios miles de personas que deciden entretenerse libremente visitando el Rastro y, para los cuales, solo disponíamos de 2 váteres portátiles cuando, en un principio, contábamos con 3 de ellos, cantidad que no estaba a la altura de nuestras necesidades; pero que al fin y al cabo, nos podíamos dar con un canto en los dientes.

Pues bien, ahora ya ni eso siquiera. Más que un recorte, se me antoja que es un ataque cicatero y mezquino a la dignidad de las personas. ¿Se le puede ocurrir a alguien a estas alturas, que para recortar gastos domésticos, empezase por no utilizar el váter para no tener que tirar de la cadena? En fin, que con su pan se las coman. Alberto Maeso Manzano. Valencia.