Hace unos meses escribí una carta sobre la amistad que nos brindan los animales. Se desplazó un equipo del periódico a un bar restaurante de Torrent y estuvieron contando la estrecha relación entre dicho establecimiento y un gorrión que anidaba en un árbol cercano. Ayer me di cuenta que en el bar ya no estaban los camareros habituales. Lo sentí mucho porque aprecio al antiguo encargado y me pregunté si en el traspaso habrá entrado, también, el gorrión. Si ha dependido de mi amigo, estoy seguro que los nuevos dueños seguirán poniéndole al gorrión el trocito de pan con leche, en un platito, al fondo del establecimiento.