Como profesora y como mujer me parecen indignantes las declaraciones de la portavoz de la Fiscalía de Valencia y Fiscal de Violencia Género, Susana Gisbert, publicadas en este diario. Parece increíble cómo la titular de la Fiscalía de Violencia de Género se dedica a simplificar las causas de un drama tan grave y complejo, del que debería ser experta, atacando la labor de las decenas de miles de profesores que en España trabajamos diariamente para garantizar la igualdad de oportunidades de nuestros alumnos y alumnas. Gisbert culpa en concreto a las profesoras, porque según asegura perpetuamos los roles de género cuando preguntamos a los niños si «mamá les ha hecho el bocadillo». Desde su punto de vista, este tipo de comentarios resumen las prácticas discriminatorias que derivan directamente a la violencia de género. Me veo en la obligación de recordarle a la señora Gisbert que en España llevamos mucho tiempo luchando por la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Y que en esta tarea, los profesores tenemos la enorme responsabilidad de educar a los niños y niñas desde sus primeros años de vida, y con todos los medios que tenemos a nuestro alcance en la superación de estereotipos. Desde luego, que una fiscal proponga suprimir un modelo educativo amparado por la Constitución y la ley, haciendo alarde de su desconocimiento desde una tribuna pública, es lo último que me quedaba por oír. ¿Qué será lo próximo que se le ocurra?, ¿obligar bajo sanción a que los padres preparen un mínimo de bocadillos a la semana para no perpetuar los roles? Susana Gisbert, como portavoz de una institución tan importante como es la Fiscalía, debería medir sus opiniones y, como mínimo, pedir disculpas.
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