Aunque parezca lo contrario, la salud laboral no es cosa de hombres a pesar del tópico, denigrante y absurdo, que afirma sin rubor que los trabajos de las mujeres son más seguros y cómodos que los de los hombres. Sucede también que al hablar de la salud laboral de las mujeres, se piensa básicamente en la salud reproductiva, obviando otros aspectos de las condiciones laborales que también pueden afectar a su salud. Los problemas derivados del embarazo y la lactancia no son los únicos que afectan a las mujeres trabajadoras, exactamente igual como las lesiones por accidente de trabajo no son los únicos problemas de salud de los hombres.

Las mujeres también suelen desempeñar tareas mecánicas y monótonas por las que obtienen un salario inferior, teniendo escasas posibilidades de participar en la planificación de su propio trabajo así como reducidas expectativas de promoción profesional. A lo que se añade como guinda del pastel, la posibilidad de sufrir acoso sexual en mayor grado que los hombres.

Las tareas que se basan en procedimientos repetitivos se tienen que llevar a cabo siguiendo una pauta muy concreta. Esto hace que no quede ningún margen de autonomía y decisión, lo que unido al hecho de la humillante brecha salarial que padecen, la menor valoración de sus competencias con el consiguiente desprecio a la sobretitulación que suelen poseer y la dificultad para la promoción constituye un potente caldo de cultivo para patologías cardiovasculares, mentales o gastrointestinales. Sin mencionar que el deficiente estado del mobiliario con total abandono de criterios ergonómicos constituye un importante factor de riesgo de enfermedades músculo-esqueléticas. Mar Vicent. Valencia.