Los momentos de relevos políticos son aprovechados por muchos arribistas para colocarse en cargos públicos y medrar. Tienen bajo perfil profesional, solo cuentan con el apoyo del partido, jefe político, sin muchas exigencias de valía personal, para el cargo en que miran por entrar solo con tintes de forofismo politico. Así pasan a administrar millones de euros, sin examen de competencia, que por ejemplo han de pasar en la Unión Europea para ser comisario o alto cargo. Aquí vimos, por ejemplo, en la Administración del «como sea» en tiempos de Zapatero, a personas cogidas en corrupción en entes autonómicos. Una ministra, hoy imputada, llegó a decir que «el dinero público no es de nadie» para justificar sus dispendios. Los partidos, como agencias políticas de colocación de personas mediocres, habrían de ser más exigentes para defender los intereses ciudadanos, por encima de los intereses que marcan exigencias mediáticas afines. Estas componendas postelectorales para cerrar pactos entre dos, tres, cuatro o cinco partidos, por repartirse los cargos y prebendas del poder, costosas a la ciudadanía, aconsejan reformas electorales que propicien segundas vueltas, como en Francia, para elegir la candidatura mejor. Así como exámenes de ideonalidad de los candidatos, aspirantes a cargos públicos. Antonio Morales. Valencia.