Hace unos días dimos sepultura en Alberique al piloto Bernat Martínez. A la edad de 35 años era una persona entrañable, gran pensador filosófico de lo que el entendía: el esfuerzo, la superación, los objetivos de uno mismo, los objetivos en motociclismo y la vida en sí misma. Toda su vida giraba en torno al mundo de la moto, un piloto que se hizo a sí mismo, un profesional que supo adaptarse a sus circunstancias y que nunca decaía en el intento de subir un peldaño más. Nunca perdió la endereza de lo justo, con sus propios medios llegó a donde ningún piloto español había llegado y se fue en busca de un sueño americano. Se fue a correr a EE UU con medios privados, a dejarnos a todos claro que la voluntad mueve lo inamovible.

Hoy, como en el pasado, seguimos marchando a buscar la oportunidad que no nos brindan aquí. Sin embargo, otros muchos vienen aquí a en busca de oportunidades que no les brindan en sus países de origen. Y así sucesivamente en este circo de la vida que con tanta intención resulta grotesco. Y como decía Voltaire: «No se que es la vida eterna, pero tengo claro que esta vida, es una broma pesada». Pesada como el plomo e insoportable como las bromas que se gasta. Begoña Loizaga. Valencia.