La anteriormente periodista Mercedes Milá ha iniciado de nuevo ese «experimento sociológico» cuyo nombre por respeto a mí mismo omito. Igualmente, y como venido de un exilio intelectual, la aparición pública de Felipe González para adoctrinar a las masas ignorantes sobre cuestiones trascendentes, me ha llevado a reflexionar sobre la muerte y más concretamente sobre los muertos vivientes. En «La fuga de Logan», aquella serie que se emitía en televisión durante mi infancia, la vida de las personas se limitaba a los 30 años. Sin llegar a este extremo ni a equiparar la edad física con la intelectual, el ejemplo de ciertos carcamales me lleva a la conclusión que la auctoritas de la experiencia para poder ser tenida en cuenta debe estar liberada de la potestas del dinero. En el caso de los carcamales que he traído a colación es evidente que los intereses económicos, obvios en el primer caso, y no demasiado ocultos en el segundo, pudren su imagen pública como si la degeneración de la edad fuese más moral que física. ¿Podemos hacer algo para ayudarles? Si: ignorarles. Alfredo Alba Marin. Marines.