Me decía mi padre: «Todos tenemos un precio, hay que ponerlo muy alto para intentar que nadie pueda llegar». El funcionario es un servidor público. Si algún proveedor o contratista, le regala una corbata o una botella de vino le ha ofrecido una dádiva y es posible que se le esté comenzando a comprar. Si un día le paga un viaje o le invita a comer en un restaurante que suele no ser barato y lo acepta, está cometiendo una corruptela, y si un día le regala una vivienda o un gran viaje o le ofrece una comisión por algo que no tenía que hacer y la acepta, se ha convertido en un corrupto.

Si un político acepta una comida o una caja de turrón por Navidad recibe una dádiva y es posible que se le esté comenzando a comprar. Si acepta el pago de un viaje, el regalo de un traje, de un ordenador portátil o de un buen jamón, está cometiendo una corruptela; y cuando acepta un pago, una comisión o incluso el regalo de un apartamento, ya es un corrupto.

Para no llegar al final lo mejor es no comenzar. Nadie te va a pagar una vivienda, ni te va a regalar un viaje a Miami, ni te va a ofrecer una cantidad importante de dinero así, al principio, casi sin conocerte. El nivel de comienzo es más bajo: un detalle, una invitación, un bolígrafo, un calendario, una dádiva a fin de cuentas. Leí no hace mucho tiempo: «Cuando la mafia te invita a comer, las siguientes pagas tú». Salvador Algarra. Valencia.