La escuela pública es la única que garantiza la verdadera enseñanza democrática, al ser gratuita e igual para todos. La escuela pública crea sociedades más justas, pues atiende a todos sin distinción de recursos, ideología y origen, y no forma grupos privilegiados en virtud de una creencia o de una capacidad adquisitiva. Mediante la coeducación, la laicidad y la pluralidad, fomenta el respeto y el espíritu crítico. Las doctrinas religiosas, ideológicas, filosóficas o de cualquier tipo deben quedar en el ámbito familiar, porque la escuela pública no impone una determinada versión del mundo, sino que enseña los mecanismos para el comportamiento cívico democrático y respetuoso.

La escuela privada, concebida como una empresa para el beneficio personal, o como una institución para el adoctrinamiento moral, debe gestionarse con fondos privados. La vieja idea liberal tiene aquí plena vigencia: a instituciones públicas, fondos públicos; a instituciones privadas, fondos privados. Aquellos que claman por la «libertad de enseñanza» pidiendo fondos públicos para la escuela privada, piden, simplemente, que paguemos todos nosotros un negocio particular, que fomenta la desigualdad y que inculca ideología sectaria. Empar Peris Picot. Valencia.