En las elecciones de 1982 confié mi voto al PSOE, que estaba encabezado por un joven con pantalones de pana llamado Felipe González. Aquella noche consiguió una victoria histórica que nos hizo soñar con un futuro de libertad y prosperidad tras los 40 años de dictadura franquista y los 7 de transición, con intento de golpe de Estado incluido.

Pensábamos que se perseguiría a los esbirros del franquismo, igual que ellos persiguieron a los que lucharon por la libertad. En vez de esto creó el GAL, un siniestro grupo de policías corruptos que ya tenían experiencia como torturadores en la dictadura, para acabar con los independentistas vascos. Algunos cayeron en manos de estos sanguinarios y acabaron enterrados en cal viva, por lo que el responsable debería estar cumpliendo condena en un penal como el conde de Montecristo.

Durante su segundo mandato, los sindicatos convocaron una huelga general en diciembre de 1988 que tuvo un seguimiento masivo y provocó que muchos de los que le votaban dejaran de hacerlo. A partir de entonces comenzaron a salir escándalos de corrupción en su partido que le fueron dejando cada vez más acorralado hasta que en 1996 le derrotó Aznar y se apartó temporalmente de la vida pública. Durante un tiempo se mantuvo alejado de los focos informativos, pero al cabo de unos años se supo que es miembro del consejo de administración de una de las empresas del Ibex 35 y ahora defiende el capitalismo para seguir chupando del bote. Por eso no ha dudado en provocar una rebelión en las filas del partido socialista, con tal de evitar que Pedro Sánchez pactase un acuerdo con Podemos.

Como tiene un sueldazo vitalicio por haber sido presidente del Gobierno y otro por estar en la empresa antes aludida, este caballero no tiene nada de socialista, y menos aún de obrero, por lo que no puede representar a la clase obrera y trabajadora que malvive con jornales miserables, el que tiene suerte de encontrar un trabajo de mierda en condiciones precarias. Señor González, si le queda algo de dignidad retírese de la vida pública y no haga más declaraciones, pues cada vez que habla sube el pan. Joaquín Cháfer Tormo. Canals.