Veo en casi todas las televisiones y en Levante-EMV la acción coordinada entre Seo/Biderlife y Ecoembes para liberar de residuos la Albufera. Quiero agradecer a esos voluntarios su disposición y que dedicaran unas horas a ese menester que tanta satisfacción les proporciona. También agradecer a los que salieron en bicicleta, a los que bailaron reguetón y a aquellos que tuvieron una mañana feliz haciendo lo que les gusta, pero que no fueron objeto de la noticia. Quiero agradecer los 1.100 voluntarios que manifestaron su compromiso, pero del que solo treinta lo cumplieron. Desde entonces, 30 metros cuadrados de Albufera están algo más limpios, pero lejos de la intención de «acabar con la basura en el medio ambiente».

Campaña con éxito de recogida y participación. Se ve a la legua lo bien que conocen el medio en el que se iba a desarrollar la actividad: chanclas, pantalón corto y camiseta amarilla... y gorrita de la causa y en algún caso sombrero de paja tipo llaurador, quizás por eso del mimetismo. Asombrosa la desfachatez y la caradura que parecen tener. Quizás alguien piense que son palabras duras para unos voluntarios... pero les invito a entrar en la pagina web de Seo/Biderlife, buscar y encontrar la Memoria Económica, analizarla e ir cruzando datos entre las aportaciones de dinero y recursos públicos, privados de grandes multinacionales que lavan así su imagen de insensibilidad con el medio ambiente. Y ver quécantidad de esos recursos se quedan por el camino, después de pagar a sus integrantes, a sus elaboradores de informes y estudios (de los que después nunca más se supo, si se han aplicado o que resultados han obtenido)... yo lo he calculado y por vergüenza no lo indico, pero ya pueden ir viendo y saquen sus propias conclusiones.

Por último, también quiero agradecer a los agricultores, pescadores, cazadores y amantes de su entorno natural en la zona de Silla, que cada día retiran la basura, mierda y residuos de los muchos amantes de la Naturaleza que van de visita y dejan tras de si ese rastro de civismo. Pero claro, ellos no reciben reconocimiento, ni dinero, ni recursos, ni tan siquiera respeto cuando afean los comportamientos incívicos. Ellos viven allí, lo han aprendido desde pequeños y lo aplican cada día de su vida. A ver si el año que viene vienen otros treinta voluntarios a salvarnos. Mientras tanto, aquí estamos. Mateo Pardo Hernandez. Algemesí.