No hay duda de que Albert Boadella es un provocador y su última boutade ha sido hacer una ópera en la que pone en discusión el genio y la obra de Picasso. No es mi intención salir en defensa de Picasso, no lo necesita, pero sí quiero compararlo con Boadella. Sólo hay que cambiar Picasso por Boadella y pintor por actor o dramaturgo.

Dice Boadella: «Un artista puede, en un momento de su vida, decidir el camino a seguir, profundizar en su arte cueste lo que cueste o declinarse hacia una cierta facilidad, buscando oro y fama. Esto último fue lo que hizo Picasso, que asestó así un golpe mortal a la pintura». «La pintura de Picasso se fue convirtiendo con el tiempo más en un acto financiero que en un acto artístico y él fue muy consciente de ello: No soportaba la miseria y el frío. No es malo buscar el éxito». «Picasso es un fetiche. No quiero quitarle méritos, aquellos de su primera época y su arte extraordinario. Tenía un ego muy potente y una enorme necesidad de dominio sobre los demás, de ser el mejor y el primero en todo». ¿No se le podrían aplicar a Albert Boadella estas mismas frases?

Boadella ha definido a Picasso como «un Atila del arte que consiguió que a su paso la pintura no volviese a nacer y se convirtiese en un asunto financiero. Un hombre anuncio de sus propios logros. Un perpetrador de la industrialización del arte». «Nadie le puede negar su trazo genial. Incluso en los centenares y miles de disparates aparece siempre un detalle de su infinita gracia». «Con su prodigiosa astucia y el apoyo fiel de sus cofrades políticos logró ser ensalzado por los medios como el genio supremo». «¿Cómo es posible que una persona tan capacitada pudo hacer la cantidad de mierdas que hizo?», se pregunta retóricamente. «Supongo que es fruto del dinero. Las tres cuartas partes de su producción es una mierda.», se responde a si mismo.

De nuevo me hago la misma pregunta: ¿No se le podrían aplicar a Albert Boadella estas mismas afirmaciones? Manuela García Pérez. València