Son días en los que no puedo evitar levantarme pensando en ti, pescaíto. Son golpes que van directo a los más vulnerables de la sociedad porque afecta a los más débiles. No hay nada más íntimo al corazón humano, que eso, un niño. Si algo nos conmueve a los adultos es ver como nuestros semejantes son capaces de comportarse como niños; sencillez, inocencia, respeto por lo más sencillo. De esta sencillez nace el amor humano, la admiración e incluso, el amor por los demás. Porque donde hay un niño no hay maldad. Por eso quiero ser siempre niño, donde sólo hay un momento presente, ahora. Un pasado del que ya no me acuerdo y un futuro por el que no tengo que preocuparme. Admiro la capacidad pueril de admirar y respeto por todo lo que desconocen. Así te imagino, Gabriel.

Uno de los grandes motores de esta sociedad es la capacidad que tenemos de mostrarnos susceptibles ante el sufrimiento ajeno porque lo experimentamos como propio. Es cuando mostramos nuestra debilidad cuando más fuerte somos. Y esto es lo que he podido aprender desde los medios de comunicación. Gracias pescaíto. Todos tenemos un pescaíto por dentro. Fernando Corbi Aguirre. València.