Los adolescentes generalmente empezamos a cuestionarnos la estructura y la validez del sistema educativo español cuando llegamos a Bachillerato. Hasta esta etapa, muchos de nosotros no le damos especial importancia a las notas que obtenemos, pero todo cambia cuando nuestro futuro depende de nuestros resultados.

El sistema educativo español nos quita las ganas de aprender y nos enseña a vomitar información que no retenemos, sino que olvidamos pasados unos días después del examen. Sustituye la motivación por frustración, la ilusión por agobio y el compañerismo por rivalidad.

Los exámenes evalúan a los alumnos siguiendo un criterio rígido e inflexible, que clasifica a las personas según su nota y establece diferencias de validez entre ellas, sin valorar ni tener en cuenta las capacidades y destrezas individuales de cada uno. Nos sentimos presionados y agobiados al pensar que nuestro futuro laboral depende de la nota que obtengamos en bachillerato y en selectividad, volviéndonos competitivos inconscientemente, porque tal y como dijo Eduardo Galeano: «El mundo nos entrena para ver al prójimo como una amenaza y no como una promesa».

No nos engañemos, no es una nota de corte que nos permita entrar a la carrera universitaria de nuestros sueños, es una nota obstáculo. Nuestros límites no los ponemos nosotros con nuestro propio esfuerzo, sino que ahora nuestra nota nos dice hasta dónde podemos llegar. Núria Blasco Planells. València.