Uno de los dilemas de los padres de hoy es como deben reaccionar cuando sus hijos solicitan teléfonos u otros artilugios electrónicos de comunicación o de entretenimiento. Siempre digo que el mundo digital es su mundo, con el que han de convivir y que, por tanto, cuanto antes empiecen a manejarlo mejor.

Lógicamente necesitan un aprendizaje y son los padres los que deben compartir sus primeros pasos para aleccionarles en el uso adecuado de herramientas tan poderosas. Como les aleccionaron sobre cómo mantener el equilibrio en una bicicleta de dos ruedas antes de quitarles los ruedines, palabra esta de uso normal que, por cierto no aparece en el diccionario de la Real Academia.

En cuanto a la información, parece generalizado el convencimiento de que los niños no deben de ver telediarios por la crudeza de sus contenidos. La primera puntualización es la de la edad, pero opino que niños de más de nueve años, que hoy saben tantas cosas, sí que deben ver algún telediario. Porque los informativos relatan hechos reales, y a los niños hay que enseñarles a que la vida es magnífica y que la humanidad es buena por naturaleza, pero que el mal existe y deben de aprender a convivir con él. Y a protegerse.

Por lo tanto creo que sería bueno que los fines de semana, por ejemplo, se siga un telediario en familia y que los padres comenten con los hijos lo que se está relatando. Aunque sean noticias tan duras como violaciones o muertes violentas. Y que se fomente el que sus hijos opinen sobre lo que han visto y las conclusiones que han sacado.

Bien entendido que los telediarios son cada vez más agresivos porque el que una señora acaricie a un perro no es noticia, pero sí lo es si le da una patada. Pero eso es otra de las cosas que deben saber: que detrás de las noticias hay intereses de audiencia y que el mundo no está tan mal como parece. O como nos lo presentan.

El argumento más utilizado por los objetores de los telediarios, los que quieren mantener a sus hijos en una burbuja aislante con la buena intención de que "ya se harán mayores y sabrán lo que es la vida", permiten sin problemas que vean esas series absurdas y sumamente "pijas" llenas de niños superlistos con padres supertontos que engañan a sus maestros o disfrutan "chinchando" a sus amigos.

O que participen en videojuegos con alguna carga de violencia, porque los jugadores acabarán buscando mayores emociones y mayores violencias. Videojuegos que son un magnífico caldo de cultivo para crear ese tipo de personaje que años después aparece en los telediarios por cometer actos violentos.

Creo que la obligación no es prohibir, sino educar. Hay videojuegos que ayudan a desarrollar la inteligencia de los niños, como los de buscar objetos escondidos o descubrir enigmas. Y que, bien argumentados por los educadores, pueden ser igual de divertidos. O más.