Odiamos a los políticos cuya falsa moralidad les permite alcanzar puestos tan innobles. Odiamos a los políticos nobles por su inexistencia.

Odiamos a las modelos cuya figura se instituye como un insulto a la salud, mental y física, de la sociedad. Odiamos a las modelos de tallas grandes por no ser lo que deberían ser.

Odiamos al que cree fielmente por hipócrita y odiamos al ateo por incongruente.

Odiamos a los millonarios porque no utilizan sus privilegios para ayudar a los desfavorecidos, odiamos a los pobres por no convertirse en el próximo Maradona y por supuesto, también odiamos a Maradona por ser un mal ejemplo.

Odiamos a los famosos porque lo tienen todo y son infelices, odiamos a la gente común... por el mismo motivo.

Odiamos en internet porque entonces no hay que dar la cara, odiamos a todos porque entonces no odiamos a nadie, odiamos porque entonces parece que somos cultos y tenemos una opinión, odiamos porque entonces nuestros tweets aparecen en la tele, odiamos porque es lo que hay que hacer...

Sigamos fomentando el exceso de odio y entonces nos podrá dar igual la censura porque las opiniones habrán perdido todo su valor.