Maltrato, injusticia, discriminación, retroceso y sinsentido son los términos más empleados cuando se comenta la actitud del exministro Montoro con respecto a la Comunitat Valenciana (CV), que nos ha dejado en el «furgón de cola» de la financiación española. No existen motivos objetivos que justifiquen esa posición, no habiendo hecho nada desde ese ministerio para mejorarla. Todo han sido oídos sordos o burla, quizás las dos cosas a la vez.

Las mismas palabras se pueden expresar para describir el tratamiento que recibe la enseñanza de las ciencias en la CV. Esta similitud se concreta en la conducta de nuestro «Montoro valenciano de educación». Las sociedades científicas, los decanos de ciencias de las universidades valencianas y las asociaciones de profesores han denunciado esta situación singular durante los últimos tres años sin conseguir ningún resultado. Simplemente se solicita la misma dedicación lectiva que otras comunidades otorgan a las ciencias, de forma que no se limite o se perjudique la formación científica del alumnado valenciano, posibilitando con ello el avance desde la lamentable postrera posición actual. Pero este Montoro autóctono mantiene, de forma negligente, el agravio actual con obstinación, perpetuando la condición de abandono que padece la enseñanza de las ciencias en nuestra comunidad. Los valencianos no nos merecemos tanto abuso, marginación y prepotencia. Paradójicamente, en esta comunidad se propician pactos por la ciencia, que se convierten de esta forma en simple propaganda falaz.