Día y noche es la calle valenciana jaranera y parlanchina. Con sus pregones, sus ninots burlescos indultables, su mascletà matutina con charangas como un terremoto de tambores. Los fartones esponjosos y hojaldrados mojados en horchata. Todo bajo un risueño cielo bullanguero, estilo Serrano Clavero cuando escribió aquello de «los claveles rojos sobre el negro pelo, los brazos en jarras, con un pasito menudo y ligero...». Y aquí estoy yo, con la camisa arremangada, alegre y confiado. Detrás, apretando mi mano, tú. Entonces suenan las campanas mayores y se escucha otra traca interminable entre el vocerío de la gente: !Qué escándalo¡, me dices, y me señalas el cielo para que mire las banderas. Banderas, banderas y más banderas. En las cornisas, los balcones, las ventanas; sostenidas por un cordel entre las farolas. Los petardos suenan mientras el humo se eleva lentamente, dibujando en el aire distintas formas que se convierten en una nube que apenas me deja verte. Me tomas la mano con más fuerza. Estoy aquí aunque no me veas, te digo sonriendo. Jesús Rodríguez Sendarrubias. Catarroja.