Cada vez más personas que dicen ser veganas y cada vez hay más productos alimentarios que compramos en los supermercados que llevan el sello vegano. No es una moda, el veganismo ha llegado para quedarse, pero ¿qué es? Es tan fácil como estar en contra de la violencia y saber que no hay especies y/o razas superiores a otras, sino que al fin y al cabo, todos estamos en este mundo para disfrutar de la felicidad y de lo maravillosa que es la vida.

Partiendo de esta premisa, la opinión pública tiene derecho a conocer el grado de maltrato en el que son explotados los animales, tanto su estancia en granjas, su transporte, y momento de las matanzas para ser asesinados para un consumo que es absolutamente innecesario. Privados de todo respeto, dignidad y libertad como seres vivos dotados de sensibilidad, desde su nacimiento hasta su muerte. El rechazo a la novedad es algo inevitable puesto que no sabemos qué es, pero si podemos alimentarnos y vestirnos sin que nadie muera, sería (y es), un buen punto de partida.

Hay tres términos de los que últimamente se habla mucho: ecologista, feminista y animalista. Ninguno de ellos es moralmente posible si no eres vegano, ya que ecología implica cuidar el planeta y el consumo de animales es uno de los mayores causantes de la deforestación, hambruna y cambio climático; feminismo implica tener los mismos derechos una mujer que un hombre, y a las vacas, cerdas, cabras... las violan para que tengan bebés para luego acabar cortados en las bandejas del súper; y amante de los animales implicar respetar a los animales... empezando por la nevera, es decir, rechazar comer animales.

Cambiar, aprender a hacer las cosas de otra forma, necesita de empuje, mucha energía e ilusión. Y esa motivación solo la obtendremos de personas que tengan la visión de un mundo mejor, y esto lo puedes hacer en tu día a día. Tus acciones diarias individuales tienen un gran impacto, lo que tú haces importa. Cuida el planeta, solo tenemos uno. Esto es la muestra de la evolución y civilización de nuestra sociedad. Cristina Ardid Soler. València.