Ayer 25 de julio se cumplieron cincuenta años de la publicación por el beato papa Pablo VI de la carta encíclica Humanae vitae. Desde mi perspectiva de persona mayor, me atrevo a decir que, seguramente, se trata de la intervención papal peor entendida del pasado siglo.

En la encíclica, Pablo VI puso en guardia frente a varios problemas que surgirían si no se aceptaba la doctrina de la Iglesia sobre la regulación de la natalidad. Ante todo, advirtió que el uso generalizado de la anticoncepción llevaría «a la infidelidad conyugal y a la degradación general de la moralidad». Y es exactamente lo que ha sucedido. Advirtió también que el hombre perdería el respeto a la mujer «sin preocuparse de su equilibrio físico o psicológico», hasta el punto de considerarla «como simple instrumento de goce egoísta y no como compañera, respetada y amada».

En otras palabras, según el papa, la anticoncepción podía presentarse como medio de liberación para la mujer, pero en realidad los beneficiarios de las píldoras y de los medios anticonceptivos serían los hombres. Cincuenta años después, exactamente como había predicho Pablo VI, la anticoncepción ha liberado a los hombres -en un nivel sin precedentes en la historia- de la responsabilidad de sus agresiones sexuales. María Rosa Mañá. València.