Un conocido mío del que no estoy por dar grandes datos vivió durante algún tiempo de la ayuda de los Servicios sociales porque alguien de la familia -decía que sus hermanos- se había zampado su parte en la herencia familiar y él estaba en paro y en la calle. Alli conoció el tenebroso mundo de la exclusión social -en su versión ´Sin Hogar´-. Y eso cambió radicalmente su comprensión de la propia sociedad porque disfrutando del mismo espacio físico que los demás se le negaba el espacio social donde vivir. Son invisibles para la sociedad.

La exclusión social es para ellos el discurso hipócrita de la sociedad de hoy que se apoya en hechos como la precariedad laboral, los desahucios o los recortes salariales -generadores de exclusión- puestos en marcha por sucesivos Gobiernos. Las medidas que se toman actualmene con respeco a esta población sin hogar siguen siendo lamentablemente las de tipo policial y las cariativas: el palo la zanahoria. Dentro de este discurso se promueven actualmente las políticas asistenciales -que no inclusivas- de la atención social. Por lo que se ahonda más que subsana, la enorme brecha de exclusión en la que viven estas poblaciones. Desde la vivencia social asistimos así a la construcción de dos tipos de discurso: el discurso del terror, porque desde la óptica interna a la sociedad, el sin hogar, aparece frecuentemente señalado y estigmatizado como el supuesto criminial del que tenemos que protegernos. Esa es la visión más común que proyecta la sociedad. Y lo hace a través de lo que nos cuentan cada días algunos medios, la policia, algunas ONGs y ocasionalmente la propia administración: que se sigue criminalizando al pobre.

Y el discurso de la caridad por el contrario, toca la fibra sensible del deber cumplido; con actos meramente caritativos que -sin entrar en las causas estructurales de la Exclusión- al menos tranquilizan conciencias. En esta dualidad -terror-caridad- la sociedad promueve las políticas en curso, por las que pasa de una realidad de Exclusión material a una realidad de Inclusión discursiva -de boquilla-; cuyo modelo si bien no garantiza la inclusión social si garantiza al menos la tranquilidad de esa conciencia social «de que se está haciendo algo...».

La profesora Adela Cortina -de la Universidad de Valencia- incide en el término aporofobia para denunciar este rechazo social -que ella denomina «el discurso del odio»- por el que un 80% de dicha población ha llegado a sufrir graves agresiones, en las que un 10,10 % de los decesos ha intervenido directamente, según el Observatorio Hatento, la propia policia. Desde la urgencia de acabar con el actual discurso del terror-caridad hay que asumir el reto político del derecho a vivienda como medio de acabar con el grave riesgo que implica vivir en la calle. Luis Enrique Veiga Rodríguez. València.