Mi padre (Eloy López Oliva, 89 años) sufrió un ictus el pasado 3 de agosto, en Gandia. Fue en plena noche, a las 3 de la madrugada. Tras una llamada al 112 en la que se informó sobre la gravedad de su estado, la ambulancia tardó hora y media en aparecer. Se sabe que la rapidez en la atención es crucial para paliar las consecuencias de los infartos cerebrales, una de las principales causas de fallecimiento en nuestro país.

Los familiares deseamos agradecer la formidable atención recibida por los profesionales del Hospital Francesc de Borja, un equipo que demostró una entrega digna de elogio; sin embargo, todos los medios técnicos y humanos no hubieran servido para nada si el ictus hubiera revestido mayor intensidad. Al parecer la celebración esa noche de un concierto en el Puerto de Gandía, con la consiguiente dotación de servicios de emergencias, podría estar detrás de la intolerable demora en el traslado.

Mi padre se encuentra bastante recuperado, pero esta carta pretende evitar muertes o agravamientos de enfermos en el futuro alertando sobre la necesidad de solventar estos errores gravísimos en el traslado a los centros hospitalarios. Este eslabón en la cadena de ayuda a las víctimas está roto, según la angustiosa experiencia vivida por mi familia y también por otros residentes en Gandia que han sufrido negligencias similares, según testimonios recogidos durante la estancia hospitalaria. Pedro Miguel López. Gandia.