El motivo de mi carta es contestar a la persona que escribió que «Dios no es tan bueno» el pasado 7 de septiembre. A esa persona le aconsejo con mi mayor respeto que lea el Nuevo Testamento si no lo ha leído ya. Allí podrá corroborar que se reunirá con su padre cuando Dios lo considere oportuno y podrá compartir con él todos los cafés que le apetezcan. Yo le puedo asegurar que Dios tiene muy presente su petición, sólo tiene que esperar. Y le digo más: Dios sí que es bueno. Soy la primera que defiende la libertad de expresión pero si, como creyente, me ha dolido su afirmación, piense por un momento en el daño gratuito que Dios ha recibido sin motivo. Tenga paciencia que lo que usted desea llegará. Le ruego que me perdone si mi carta le ha ofendido.