Creo que ya hemos esperado suficiente en València para que argumenten que con un parche provisional sobre las vías en superficie al sur del túnel de Serrería puedan construir volúmenes de hormigón y urbanizar muchos miles de metros cuadrados. Desde 1991 estamos esperando que aprovechen la salida sur del túnel del Cabanyal, que dijeron quedó preparado así como el puente sencillo para poderlo desmontar cuando continuaran el soterramiento, y lo realicen sin más demoras. Estoy de acuerdo con lo que manifestó el alcalde de València sobre la continuación del soterramiento, y considero lamentables las presiones que ha recibido para claudicar sobre la obra principal para facilitar, con rapidez, sustanciosas inversiones inmobiliarias y de urbanización.

En la Comunitat Valenciana hay muchas provisionalidades y prometidas obras que primero caducan los permisos que las realizan. Ejemplos los tenemos en el Corredor Mediterráneo, el soterramiento y el túnel pasante, la estación Joaquín Sorolla desde el 2010, los 44 años que están esperando la vía ancha entre Gandia y Dénia en sustitución de un trenet que desmantelaron, la extraña entrada de los trenes de Utiel, líneas de Alcoi y Teruel a la espera, y en Alicante una situación para el Guinness de los despropósitos: retrocesos en San Gabriel desde 1978, otro desde el 2014 y la estación en fondo de saco, obligando en pocos kilómetros a dos cambios del sentido de marcha a los trenes de cercanías hacia Elx y Orihuela y tres a los que procedentes de València continúan viaje. Y eso cuando tanto hablan de competitividad.

Es verdad que las autoridades valencianas nunca han mostrado la contundencia de otras comunidades cercanas para que les hicieran casos, como también lo es que las peticiones, escasamente exigencias, generalizadamente han tropezado contra el muro de hormigón de Transportes o Fomento, denominación según legislaturas, mientras han continuado manteniendo la dadivosidad inversora gubernamental hacia otras autonomías. Los hecho reflejan que aquí som massa bons xics. Esteban Gonzalo Rogel. València.