Como consecuencia del debate sobre el traslado de los restos de Franco desde el Valle de los Caídos y habiendo transcurrido más de cuarenta años años desde su fallecimiento, ya va siendo hora de una auténtica reconciliación que pase por dejar de mantener en un lugar prominente, y con honores sobre sus víctimas, al golpista que ocasionó tanto derramamiento de sangre y sufrimiento. Pues bien, en momentos en los que algunos pretenden hacer olvidar la auténtica historia de lo acontecido durante la sublevación, y durante el régimen impuesto por la fuerza de las armas durante más de cuatro décadas, creo que es justo recordar que no solo murió un anciano decrépito y «bonachón», como ahora le quieren presentar, pues hace esos mismos años, concretamente el 27 de septiembre de 1975, el dictador hizo fusilar a sus últimas víctimas.

Es decir, Franco no solo murió hace cuarenta y tres años. Gracias a su muerte, dejó de matar hace cuarenta y tres años. De no haber fallecido habría seguido aumentando su cuenta. Y eso tampoco hay que olvidarlo. José Ramón Díaz Sáenz. Bétera.