Pocos podían imaginar que, cuando Aznar ofreció su vuelta para reconstruir el centroderecha (?), lo decía en serio. Ya se entendían mejor los piropos y alabanzas que había prodigado al naranjito en los últimos tiempos. Daba por amortizada la etapa Rajoy al frente del PP y ofrecía un guiño a Rivera con el «apártate y aprende, que ya tendrás tu oportunidad cuando yo lo deje». Desde las direcciones de ambos partidos criticaron el ofrecimiento del expresidente.

Ahora se ve más claramente la jugada. Apartar de la presidencia del PP a la candidata de las bases y ascender a alguien más dócil, más manejable, más servil, a la vez que más engreído y con menos preparación, como se está demostrando en estos últimos tiempos en los que el nuevo presidente del partido no deja de asistir a cuanto acto convoca su ídolo. Una combinación perfecta para los intereses de los halcones, que no aprenden de la experiencia ajena. El aparato del PSOE apoyaba a Bono pero las bases votaron a Zapatero y fue presidente, e idéntico resultado se obtuvo en la segunda etapa de Sánchez.

Si Casado se estrella en las próximas elecciones, el salvador acudirá al rescate. Del partido y de España, faltaría más. Y, aunque saque unos resultados satisfactorios, se encontrará con que la malvada Ley d´Hont puede impedirle la tan ansiada victoria, al tener que compartir menos escaños con Ciudadanos e incluso algunos con Vox, por lo que se invocará la necesidad de integrar a la derecha con un único líder. ¿Y quién mejor que el mismo Aznar? Su ambición nos recuerda un chiste. No es que no quiera reconocer que está muerto, políticamente hablando por supuesto, es que está mal enterrado. Como Franco, nada menos. José Ramón Díaz Sáenz. València.