En su visita a Rabat, Pedro Sánchez ha planteado a Mohamed VI una candidatura conjunta de España, Portugal y Marruecos para organizar el Mundial de fútbol en 2030. Pese a que parece una buena noticia, hay varias torpezas aquí que vale la pena analizar. La primera es que fuentes portuguesas aseguran que Sánchez no había consultado la opinión del presidentedel país vecino sobre una candidatura conjunta con Marruecos, lo cual no tiene sentido si de verdad se quiere ir en serio con el proyecto. El segundo desacierto está relacionado con plantear acuerdos en nombre del estado con dictaduras disfrazadas de democracias que incumplen sistemáticamente los derechos humanos en el Sáhara Occidental, simplemente por mantener los intereses comerciales existentes.

Pero la equivocación más significativa tiene que ver con plantear inversiones a tan largo plazo que, con toda seguridad se producirían más allá de su Gobierno, sin sondear antes la opinión de los ciudadanos o del resto de fuerzas parlamentarias, como sí pretende hacer el presidente luso. Este patinazo es especialmente doloroso para la ciudadanía tras los fiascos económicos -y ridículos internacionales- que hemos sufrido con las Olimpiadas en la última década. Igual que se pide consenso para sacar adelante los presupuestos anuales o las leyes educativas, debe haber acuerdo en la sociedad y en el parlamento para una inversión de aún más largo plazo. Por favor, dialoguen.