Ansiadas fechas para todos, año tras año el fenómeno consumista navideño llega a todas las casas de España sin dejar indiferente a ninguna familia.

Nos encontramos en un punto en el que la Navidad ha perdido toda su esencia, pues hemos olvidado el verdadero espíritu navideño inmersos en un mundo repleto de publicidad, ofertas y campañas comerciales. Hemos perdido el sentido. Nos hemos convertido en compradores compulsivos presos de un capitalismo del que no somos conscientes pero que es capaz de incitarnos a comprar incluso cuando no hay necesidad y lo que es más grave, cuando no hay capacidad. La Navidad provoca un descalabro increíble en las economías familiares que es totalmente innecesario y prescindible.

Presumimos de regalos, comidas y fiestas pero, ¿somos capaces de acordarnos de los que tienen que comer de la basura mientras nosotros nos deshacemos de todas las sobras? ¿qué es de la gente que duerme en la calle envuelta en cartones? ¿participamos en campañas de donación de alimentos o es mejor reservar ese dinero para nuestro marisco?. Estamos ahogados en un egoísmo y un afán de ostentación y protagonismo que nos impiden ver los problemas que tenemos al lado y actuar para combatirlos.

Parece que la Navidad ahora consista en ver quién tiene más regalos o quién ha recibido más estrenas. Las redes sociales se han convertido en un medidor de riqueza donde la mayoría de jóvenes exponen sus nuevas pertenencias, y si es un IPhone o ropa de una marca famosa o de «mayor calidad» mejor, que cuánto más caro sea más aparentamos. No somos conscientes de que esto genera una enfatización de las desigualdades sociales y en muchas ocasiones, puede provocar rechazo o un sentimiento de inferioridad que alimenta la rivalidad y el conflicto entre adolescentes.

Dejemos de pedir tantas cosas y centrémonos un poco en ser más honestos, más solidarios y más conscientes de la realidad que nos rodea, pues solo así podremos cambiarla. Desgraciadamente vivimos en un mundo gobernado por el dinero, no nos unamos a su juego o estaremos cada vez más cerca de ser una sociedad fragmentada, competitiva y moralmente empobrecida.