Como todos los padres, quiero dar a mis hijas una educación de calidad. La mayor, de 4 años, va a un colegio público que, como casi todos hoy en día, cuenta con pizarras digitales en el aula. Una «maravilla» tecnológica con la que el profesorado parece estar encantado. Pero, amigos míos, lo de la pizarra digital no es más que un ordenador, una televisión, un móvil en tamaño descomunal. La realidad es que mi hija ve casi a diario algún dibujo animado en el horario escolar. Cuando viene a casa lo cuenta emocionada. Hablé con la profesora y me insiste en que «eso de ahí» no es una tele, sino una herramienta docente, las TIC en el aula... el futuro de mis hijas. Y eso es justo lo que me preocupa, que se convierta en el futuro de mis hijas. Esa pantalla está omnipresente en toda la programación docente, no sólo como recurso puntual. Cuando veo la dependencia que ha desarrollado el profesorado hacia tal dispositivo, me pregunto cómo fueron capaces mis profesores de educarme. ¡Si no tenían pizarra digital Sirve la pantalla para captar la atención de los niños, pero también les resta tiempo para socializar, jugar, ensuciarse, pasar páginas... ¡vivir! ¿Es de verdad la pantalla un recurso educativo tan imprescindible? ¿tan grandes carencias educativas hemos tenido los que nos educamos sin ella? ¿no será que es más fácil cuidar de 20 niños con pantalla que sin ella? ¿no estaremos comprometiendo algunos aspectos de la educación de nuestros hijos a cambio de la comodidad del docente? Me preocupa que se haga uso excesivo de la pantalla por parte del profesorado, me preocupa que sea una situación generalizada y, sobretodo, me preocupa, amigos míos... que a los padres nos parezca normal.