Más de uno afirmará que es muy poca cosa, que no valdría más de trescientos euros... Pues para mí tenía muchísimo valor, pues fue el regalo de boda de uno de mis primos. Y todo porque también le hizo gracia a una persona que aprovechó un despiste mío para arrebatármela.

Pasó el tiempo y mi primo, con la ayuda de mi tío, me dio un dinero para que me comprara otra pluma que me hiciera olvidar el hurto de la anterior. Y así me hice con una de origen francés valorada en cerca de doscientos euros. Pues resulta que hoy también he dejado de ser el dueño de esa segunda pluma. No sé qué tendrán las estilográficas que tan atractivas resultan para los amigos de lo ajeno.

Dicen que a la tercera va la vencida y por eso, por si acaso, desde hoy voy a llevar en mi bolsillo una pluma sin valor metálico ni sentimental alguno. Aunque lo más triste de todo es que esas dos personas que se atrevieron a hurtar algo tan pequeño e insignificante, si no cambian, serán capaces de robar cosas mucho más valiosas si se les presenta una oportunidad favorable.