A pesar de que ya solamente unos rescoldos inatendidos y humeantes dan testimonio del incendio reivindicativo promovido por los individuos y colectivos de costumbre, ruego me permitan hacer breve repaso, aquí y ahora, de las anomalías que he podido advertir en el planteamiento y desarrollo doméstico -nacional- de tan importante efeméride. Por un lado, se han consumado ausencias notables. No se hizo referencia alguna a los presupuestos históricos, que no ideológicos, de la jornada. Nadie habló -o escribió- acerca de las reivindicaciones y la lucha de las empleadas de la industria textil en Nueva York (un 8 de marzo de 1857). Nada a propósito de Rosa Luxemburgo (1871-1919) o Clara Zetkin (1857-1933), ni sobre la lucha por el sufragio universal (el color morado lo utilizaron por vez primera las sufragistas inglesas en 1908), o la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de Copenhague (Dinamarca, 1910). Ninguna alusión a Concepción Arenal (1820-1893) o Emilia Pardo Bazán (1851-1921), ni a la real orden de 1910 que abriría la puerta de la Enseñanza Superior a la mujer en España. Por otro lado, se han materializado no pocos ejercicios de contradicción estruendosa. A fin de no convertirme en aburridor mayor del reino, me limitaré a referir dos de ellos. Primero: ¿por qué los partidos políticos y las organizaciones sindicales que han patrocinado el carácter huelguista y ruidoso de la celebración que nos ocupa están dirigidos por hombres? ¿Estarían dispuestos estos adalides del feminismo a renunciar a su posición de privilegio en favor de una compañera de partido / sindicato? Segundo: ¿por qué no se hace propaganda de los logros que la mujer -como colectivo- ha conseguido en el camino hacia la igualdad? ¿Acaso no existen? Me resisto a creerlo. El enfoque que se ha empleado es rayano con cierta apología del pesimismo antropológico: del vaso medio vacío. Mucho me temo, en suma, que este 8 de marzo ha sido utilizado -de forma torticera- por aquellos que nos gobiernan para ir calentando la maquinaria de abducir mentes en vísperas de reválida electoral. A lo largo de la Historia los individuos que han carecido de talento para el buen gobierno de sus pueblos han optado -casi siempre- por el recurso de la confusión o la confrontación. Ora resucitamos caudillos y bandos y guerras civiles, ora alentamos una pretendida ‘guerra de los sexos’ Una lástima. Nos iría mejor a todos si dejásemos de hablar de vaginas, de penes y de colores -los que sean-, y nos pusiéramos a trabajar, codo con codo, por un sistema educativo serio e integral, para todos; porque la educación -en mayúsculas- es el antídoto conocido más eficaz para ahuyentar a los monstruos de la desigualdad, la sinrazón y la guerra.