No sé yo si ha habido otro momento en la historia donde el periodismo haya gozado de peor imagen para el gran público. Por un lado, las innumerables tertulias que hoy en día copan las programaciones de televisión o radio (con fútbol y política como las dos grandes temáticas) parecen estar desaprovechando una gran oportunidad de mostrar las virtudes de la profesión, convirtiéndose en meras discusiones donde casi siempre unos opinan en una dirección y otros en otra. El espectador ya da por sentada esa falta de objetividad y rigor en los análisis. Y por otra, la enorme presencia de las redes sociales en la vida del ciudadano le provoca otra peligrosa impresión: que quizás no haga falta acudir a un medio periodístico para estar informado hoy en día.

Pero cuidado, porque una cosa es leer noticias y otra entenderlas. Y otra que estas sean veraces. Al igual que el gremio deberá hacer autocrítica sobre cómo está ejerciendo su función con la sociedad, también los ciudadanos deben concienciarse de que sin periodismo no se puede comprender lo que pasa en el mundo. Ante la avalancha de información que recibimos hoy se antoja fundamental verificar las fuentes, conocer el contexto de la noticia, e interesarse por sus causas y consecuencias. Y todo ello sólo lo puede ofrecer el periodismo. Por favor, no se olviden de él.