Otra vez ha quedado patente el talante violento y dictatorial de los independentistas catalanes en su intento por boicotear la presencia de la Familia Real en la entrega de los premios Princesa de Girona. Los que pretenden no ser súbditos de ningún poder monárquico, acuden en masa, de forma irracional, a la llamada de sus líderes independentistas. Insultos, empujones, bloqueos, barricadas, hogueras en plena avenida Diagonal de Barcelona... Ante este lamentable espectáculo, ante este odio insaciable que ningún referéndum calmará, demuestran que la razón no está de su parte. Los que atropellan la libertad y la dignidad de los demás para imponer la que es su verdad, demuestran que no merecen ser escuchados. Los que se sitúan por encima de la ley para hacer lo que les da la gana, demuestran que ellos sí que son unos dictadores que han de ser depuestos con la fuerza de la justicia. Los que no cesan en su empeño violento ante la presencia de unas niñas, aunque sean las hijas de los Reyes, demuestran que su corazón ha quedado anulado por el ciego afán independentista. Y toda esta violencia la justifican diciendo que representan a la mayoría de la población catalana, como si se pudiera decidir por votación el cumplir o no la ley. La ley se ha de cumplir y si no les gusta, existen unos mecanismos legales para cambiarla. Solo los dictadores golpistas imponen sus deseos con el uso de la violencia, incapaces como son de convencer a los demás mientras siga vigente nuestro estado social y democrático de derecho.