Ciudadanos, ese partido que nació de centro para hacer frente al nacionalismo y facilitar gobiernos de PP o PSOE a través de pactos para que la gobernabilidad de España no pasase por los independentistas. Pasó a ser historia tras la moción de censura ya que Albert Rivera olvidó los principios de la formación naranja y se lanzó a luchar con el PP para ver quién lideraba la derecha, abandonando al votante de centro y centro izquierda, que se vio traicionado. Tras el resultado del 28-A Cs debía elegir a quien traicionaba, si a sus votantes de derechas para facilitar un gobierno de Sánchez o a sus principios otra vez. Hizo lo segundo y se metió en una lucha que jamás ganaría. A derechas nadie gana a Vox y a voto útil nadie al PP. Si a eso le sumas que días antes de la convocatoria de segundas elecciones Rivera ofreció un pacto a Sánchez y durante la campaña pareció que volvía a sus orígenes, el fracaso era previsible. El votante de Cs, mayoritariamente de derechas y descontento, jamás aceptaría que sus votos permitieran un gobierno del PSOE, por lo que se sintieron engañados. Ciudadanos había perdido todo. Al votante de centro y centro izquierda que confió en ellos al principio y al de derechas. Y así fue.