Cada año, miles de maestros se jubilan nada más cumplir los 60. Muchos están en el mejor momento de su vida laboral, con experiencia dilatada, conocimientos asentados y, si la enfermedad les ha respetado, una vitalidad que no tenían las personas de su misma edad en los noventa. Hay que dejar paso a los jóvenes, suele ser la sentencia que dan cuando alguien les pregunta. Mientras los funcionarios que rondan los 60 están ya haciendo planes para su jubilación, un gran número de personas que rondan los 50 aún tratan de aprobar una oposición, dejar atrás un trabajo precario vergonzante o salir de la triste lista de desempleados. Para nada piensan en su pensión y en qué harán a partir de los 67, su pensamiento está centrado en poder ejercer una labor que les dignifique. Cuando el desaliento les asalta, piensan que van a ser los jubilados mejor formados del mundo. Pero siguen con el ánimo elevado, conscientes de que quien la sigue la consigue. Por si tarda, no vendría mal que el gobierno decidiera subir la edad de jubilación a los 75. ¿No creen?