Arriesgándome a ser acusado de soplón, como profesor de filosofía -cuya docencia escrutarán los defensores del «pin parental»- quiero desviar la atención sobre el desenfado con el que los matemáticos recorren la serie numérica sin valorar que al pasar del 68 al 70, si nombran el número intermedio, pueden generar lúbricos pensamientos en sus jóvenes alumnos. ¿No deberían algunos padres reivindicar que sus hijos aprendan los números saltándose aquel cuyas dos obscenas cifras podría distorsionar su desarrollo emocional? Si deciden hacerlo, reclamen también que se excluya toda operación matemática (¡»23x3», peligro!) cuyo resultado sea el licencioso numerito.