Durante estos días hemos visto una exaltación del trabajo médico. Cada día salimos al balcón para alabar mediante aplausos su labor. No obstante, el sector médico hace un apunte. Ojalá tuvieran apoyo cada vez que reclaman una subida salarial o una mejora de las condiciones laborales, lo cual me lleva a reflexionar sobre la situación médica hoy en día.

Así de primeras, resalta la falta de equidad en el Sistema Nacional de Salud, que se muestra claramente en las retribuciones salariales. Esta brecha se evidencia entre los profesionales de Atención Primaria y Especializada y entre las propias comunidades autónomas, resultando en diferencias que rondan el 65% al mes y el 58% al año. Una diferencia que favorece a los profesionales sanitarios de Euskadi, pero indigna a los de Andalucía.

Las consecuencias de esto son claras a corto plazo, pues se produce una fuga de profesionales hacia otros países europeos, con salarios sustancialmente mayores. Esto conlleva una falta de sanitarios, trabajadores exhaustos y una disminución de la calidad sanitaria. La precariedad obliga a compaginar la jornada entre la sanidad pública y la privada, insostenible por las jornadas y suponiendo un gran peligro para la salud de los pacientes.

Sin duda, la prohibición e investigación de esta práctica es necesaria, pero también el aumento de salarios. Sin embargo, reclaman que esta subida no puede ser irrisoria, como los 3 euros al mes que se preveía con el crecimiento del PIB. El gobierno como respuesta, plantea aumentar 500 euros al año, en los nuevos presupuestos.

Desde luego, la salud pública ha de ser una prioridad nacional y como tal, la condición y retribución en la que los sanitarios realicen su trabajo, pues no hay que olvidar, que ellos tienen nuestra vida en sus manos.