Cada día cientos de sanitarios despiertan con un nudo en la garganta. Miles de vidas están ahora mismo en sus manos. No es justo que tengan que estar sufriendo no tan solo por los enfermos a los que hay que salvar, sino también por sus familias. No pueden dejar a un lado el terrible pensamiento de, si después de cumplir con su deber y estar todo el día en el hospital, llegarán a casa y podrán darle un beso a sus hijos, padres o parejas sin miedo a contagiarles la enfermedad. Porque sí, cada día salen de sus puestos de trabajo con la duda de si habrán podido superar otro día más o no.

En este caso hablo por experiencia personal, mi padre es médico y cada vez que estoy a su lado noto la tensión que está viviendo. Noto su preocupación por ver cómo sus compañeros van cayendo, haciéndole pensar si él será el próximo, noto su sentimiento de tristeza al haber visto morir a gente ahogada en sus propias flemas. Pero sobre todo, noto su pena cuando llega a casa y le pregunto si le puedo dar un beso.

Supongo que esta situación la están viviendo todas las personas que ahora mismo nos sacan a todos adelante, tanto sanitarios como la gente que trabaja en supermercados, por eso, todos estos aplausos van por vosotros.